Una transformación gloriosa.
Una transformación gloriosa.
Cada uno de nosotros está marcado por la experiencia de la fragilidad humana. Desde el momento en que nacemos, nuestro cuerpo comienza un proceso inevitable de desgaste. La enfermedad, el cansancio y el dolor son recordatorios constantes de nuestra mortalidad. Quizás te encuentres enfrentando alguna enfermedad en este momento, o tal vez has perdido a alguien amado recientemente. Estas experiencias nos confrontan con la realidad de que la vida en este mundo es pasajera. El Salmo 90:10 dice: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos.” Esta reflexión de Moisés nos recuerda que, por más que tratemos de prolongar nuestra vida, la muerte es inevitable. La ciencia puede extender los años, pero no puede eliminar el destino final de nuestro cuerpo mortal. Sin embargo, esta fragilidad tiene un propósito espiritual. Nos recuerda que no somos autosuficientes. Como seres humanos, tendemos a aferrarnos a nuestra fuerza y capacidad, pero la realidad de nuestra mortalidad nos lleva a depender completamente de Dios. En Filipenses 3:20-21, Pablo nos dice: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.” Nuestra mortalidad nos señala hacia una ciudadanía celestial y nos invita a poner nuestra esperanza en el Señor.
A glorious transformation.
Each of us is marked by the experience of human frailty. From the moment we are born, our bodies begin an inevitable process of wear and tear. Sickness, fatigue, and pain are constant reminders of our mortality. Perhaps you are currently facing an illness, or perhaps you have recently lost someone you love. These experiences confront us with the reality that life in this world is fleeting. Psalm 90:10 says, “The days of our years are seventy years; but if they are eighty years for those who are strong, their strength is trouble and toil, for they are quickly passed away, and we are gone.” This reflection of Moses reminds us that no matter how hard we try to prolong our life, death is inevitable. Science can extend the years, but it cannot eliminate the ultimate destiny of our mortal bodies. However, this frailty serves a spiritual purpose. It reminds us that we are not self-sufficient. As human beings, we tend to cling to our strength and abilities, but the reality of our mortality drives us to rely completely on God. In Philippians 3:20-21, Paul tells us, “But our citizenship is in heaven, and from it we eagerly await a Savior, the Lord Jesus Christ, who will transform our lowly body that it may be conformed to His glorious body.” Our mortality points us toward a heavenly citizenship and invites us to place our hope in the Lord.
